domingo, 24 de abril de 2011

EL NIÑO JESUS DE TRIANA


La escuché en el LLAMADOR de la semana después, de la voz -sevillana y cofrade de Charo Padilla- pudo suceder en el año de gracia del 2004, no lo recuerdo exactamente, pero es digna de un relato de José María de Mena extraído de su célebre “Tradiciones y Leyendas de Sevilla”, como lo podía ser de la mejor literatura romántica y costumbrista. Sucedió en Triana (natural de Sevilla), la noche más hermosa; madrugá del Viernes Santo. La calle Ancha-pureza, como cada año, estalla de júbilo en apretada multitud, recibiendo el paso de misterio del Stmo. Cristo de las Tres Caidas. En plena apoteosis de devoción, la gente va tomando posiciones. Detrás del paso, entre la muchedumbre que lo rodea, se coloca un niño de edad incierta y aspecto montañesino; pelo ensortijado, moreno de facciones perfiladas y natural rubor en las mejillas. Camina solo, marcando los pasos del tambor y las alpargatas costaleras y pronto se sitúa a la altura del zanco trasero derecho. Comienza a disfrutar del delirio, la plena conjunción de banda y cuadrilla; el izquierdo por delante, los solos interminables de Enmanuel y Rocío, la gracia y la anarquía del andar más genuino de Triana. El niño absorbido por la emoción del ambiente, se hace notar, intimida al patero con la primera pregunta: ¿pesa mucho el paso?: “esto que va a pesaá mi arma”, respuesta inmediata. Cruza el puente, relente y mareadilla del puerto camaronero, permanece en su sitio, inmune, nada puede afectarle puesto que sus manos han tocado la madera forrada del zanco y se han aferrado a ella como a un clavo ardiendo. En los refrescos de Reyes Católicos, los costaleros han reparado en él; le han preguntado que si viene sólo; se han preocupado por buscar algún pariente; le han recomendado que tenga cuidado con la bulla, han insistido en protegerlo y arroparlo casi pegado a los faldones. Saben que se llama JESUS de nombre y como costaleros de Triana generosamente, han iniciado una serie de dedicatorias al niño que viene acompañándolos desde la salida. En la Magdalena, parada el paso a la altura de la entrada principal de la Parroquia, el niño se adelanta hasta el capataz; lo mira fijamente con sus ojos radiantes de asombro: ¿puedo llamar? –le pregunta en inocente tono- Paco Ceballos queda deslumbrado por ese brillo en la mirada que se confunde con el dorado esplendente del canasto. Lo mira fijamente y no puede por menos dedicarle la mejor de sus sonrisas a la par que acaricia tiernamente su pelo. El niño lo entiende, marcha a su sitio en la trasera del paso, donde los costaleros ya comienzan a echarlo de menos: ¿Dónde esta Jesús, ha encontrado a sus padres…?...¡Jesús, vente pa¨ca –mi arma- que vamo a entrá en Campana y allí se forma mucha bulla! El niño se hace un hueco en la trasera, su peso y estatura se lo permiten. Va a vivir todo el esplendor de la llegada oficial a Sevilla; Jesús, casi no respira, bajo la oscuridad sonora de los faldones, siente el estado febril de un costalero más, el sudor helado de la máxima concentración y responsabilidad, el entusiasta anhelo de rayar la perfección del trabajo bien hecho en Triana
Se confunden en sus oídos los aplausos y los solos de la blanca infantería marinera; los oles del público, las arengas y consignas de la gente de abajo. El trueno de la unánime ovación con que despide la Campana al paso cuando emboca Sierpes y los zancos se posan en el suelo, después de una nueva chicotá de ensueño. Jesús despierta de su letargo emocional, levanta los faldones, respira el aire fresco de la anchura de los Palcos, pero continua absorto pegado a la pata que ya lo considera su ahijado. .Se luce por la Avenida, corona junto a sus padrinos, la cumbre de la Estación de Penitencia bajo el silencio gótico de la Catedral. Padece las puñaladas en los pulmones que le asesta el frío de la Plaza de la Virgen. Comienza a amanecer, Jesús no había visto nunca en la calle, un crepúsculo igual que el de las luces de la aurora en el Triunfo. Olor a calentitos de plata en el postigo color de la mañana para abrir el estómago. ¡Jesús, esto no ha hecho más que empezar, le gritan los costaleros!...”esta chicotá va por ti –mi arma”. Todos lo celebran por unanimidad. Esplendor en el baratillo. En la calle Pastor y Landero, el niño vá cogido de la mano del patero, marcando el compás con sus menudos pies. El sol lo recibe en el puente y brilla el lucero como Estrella de la mañana en San Jacinto. El niño aguanta la muchedumbre en Santa Ana, protegido por todos, ya forma parte de la cuadrilla, todos tomaron debida nota de él, desde el hombre de la caña hasta el de la escalera, pasando por contraguías, dip***dos y auxiliares, tanto fue así, que cuando el paso enfiló de nuevo la calle Ancha-Pureza, Paco Ceballo, reclamó su presencia, lo llevó de su mano hasta el frontal, tocó el llamador con enjundia y se hizo el silencio: “Niñooo, esta levantá vá por el niño Jesús…que ha salio con nosotro y vá entrá con nuestro Cristo, aquí a mi vera…lo quiero vé volá…¡oido, que él toca el martillo..tos poriguá, valiente…al cielo Triana…a esta é!. En plena efervescencia de emociones, entre abrazos y besos plagados de lágrimas en los ojos, cuando todo acabó y el paso reposaba en el lugar que ocupa dentro de la Capilla, alguien confundido aún por los parabienes, gritó su nombre: ¡Jesús!...¿donde está el niño?...¿alguien ha visto a Jesús?...la cuadrilla entera salió a su encuentro…pero ni rastro de Jesús.
Recuerdo, que una representación de la cuadrilla del Stmo. Cristo de las Tres Caidas, acudió al programa El Llamador, para dar cuenta de esta historia y aprovechar los micrófonos para recabar información a cerca de su paradero. Quizás la historia no fuera así, como la he recreado, al pié de la letra, pero yo creí en ella, como creo en ese Niño Jesús…que –porqué no- bajó a Sevilla en la noche más hermosa, para acompañar a los costaleros de Triana

martes, 7 de diciembre de 2010

MANOLO SANTIAGO

MANOLO SANTIAGO



“Son ustedes benditas, más benditas, más, más,…”





Puede que hayan visto estas imágenes. Recorren varios blogs cofrades. Estamos en la calle Sor Ángela de la Cruz. Principios de los noventas. Es una amanecida clara de Semana Santa. De fondo, el canto mañanero de los vencejos, anuncio eterno de que ya vino la primavera. Es Domingo de Resurrección. Las esquinas huelen a cera. Hace una semana la calle era puro bullicio; San Juan de la Palma está cerca, Los Terceros también. Lo pregonó Caro Romero: la vida es una semana. El paso de la Sagrada Resurrección se encuentra arriado en la puerta del convento de las Hermanas de la Cruz. Frente al paso, un capataz menudo de terno oscuro. Le habla a las monjitas con palabras arrastradas, como si el cansancio le obligara a alargar las palabras. Él no cesa de repetir: “Benditas sean ustedes, palomas del Señor”. No es cansancio, es emoción. La calle escucha en silencio. La hermandad es joven pero congrega a una multitud en la puerta del convento. Por la tarde, toreará Curro, o Espartaco, o el Litri. Pero ahora, en esa calle larga y encalada, está realizando una de sus últimas faenas Manolo Santiago, capataz de capataces. El último capataz poeta, dicen algunos.

“No levanto al Señor hasta que no cantéis otra coplita”. Y las monjas ríen tímidas. Ríen como cantan. Ríen armoniosamente, sin estridencias. Ya conocen a Manolo. Él siempre les dedica algo divertido.
Manolo no se quiere marchar. Prefiere detenerse en el paladeo de las sensaciones. No se quiere marchar y llama a la madre superiora. “¿Aquí quién manda?”, ha dicho. Entre nuevas risas la madre superiora sale del grupo y se acerca al martillo del paso. Manolo se dirige a sus costaleros:”Sepan ustedes que el eco de este martillazo es subir al cielo, a la gloria”. Conversa con su cuadrilla con suavidad, con mimo, sin querer hacer daño. El eco del martillo retumba en la calle y los vencejos cruzan nerviosos el cielo.

Mientras el paso se levanta a pulso, Manolo sigue derrochando sus palabras con las monjitas. “Son ustedes benditas, más benditas, más, más,…” Y la voz se rompe con un quiebro inseguro. Lo dijimos antes, era emoción. Parece que va a estallar en un llanto incontenible pero finalmente se recompone para decir “qué bonito es creer en Dios y en su Madre Bendita”.


Y antes de que la banda ahogue sus palabras a golpe de corneta le da tiempo regalar una última perla: “Hay que morir poco a poco, no de repente”. Quizá lleve un tiempo lamentándose de que la vida sea tan condenadamente corta.


Manuel Santiago Gil nació en Sevilla el 24 de Mayo de 1930. Entra en el mundo del martillo gracias a su padre, que tenía como amigos a los Ariza, a Bejarano y a los Franco. Con Rafael Franco, en La Exaltación, se estrena Manuel como costalero.



Su gran influencia, el que marcó su estilo, fue Salvador Dorado “El Penitente”. Junto a él llamó a los pasos de La Hiniesta, El Amor, La Estrella, San Gonzalo, Las Penas, Los Estudiantes, San Benito, La Bofetá, San Bernardo, La Sed, Los Negritos, El Silencio, La Macarena, Los Gitanos, La Carretería, o El Santo Entierro, aparte de varias hermandades de gloria. En 1973 Manuel vivió junto a Salvador Dorado uno de los hitos históricos del mundo de los costaleros: la creación de la cuadrilla de hermanos costaleros de Los Estudiantes.



La Resurrección es la primera hermandad en contratarlo como capataz principal, siendo posteriormente las del Cristo de Burgos, La Paz (de él parte la expresión “Legionarios del Porvenir”), La Exaltación, Los Javieres, y fuera de Sevilla la Asunción de Cantillana, y las de gloria, San José Obrero, Inmaculado Corazón de María y Carmen de Calatrava.



Una enfermedad le fue poco a poco apartando de sus labores como capataz, que fue relegando en su hijo Antonio. Un 23 de octubre de 1997 falleció Manolo Santiago. Hoy en día su hijo Antonio y su nieto Manuel Antonio conservan el legado que heredaron del maestro y continuan llevando los pasos “siempre de frente”.


Si pasean alguna vez por la calle Alhóndiga, por Santa Catalina, busquen por El Rinconcillo la placa inaugurada en esta última cuaresma en recuerdo de Manuel Santiago Gil, capataz de capataces. Para algunos, el último capataz poeta.



José Pedro García Parejo
Manolo Santiago
09/05/09
Manolo Santiago


Adrian Antonio Ruiz Muñoz

miércoles, 26 de agosto de 2009

THE VOCAL PEOPLE




Impresionante este video que me encontre por la red, no puedo creer que la voz pueda a llegar a hacer estos sonidos instrumentales, que grandes artistas hay por el mundo.

domingo, 17 de mayo de 2009

sábado, 25 de abril de 2009



Uno de mis ultimos montajes, la fotografia es de Luis Cobo, porque yo como fotografo, jejejejeje, me rio, tambien como " photoshopero " pero bueno me distraigo y me lo paso bien jugando con las imagenes.

martes, 21 de abril de 2009

TRIANA EN SU MAS PURA ESENCIA



Llegó con la túnica bordada por Santa Bárbara. Exorno floral del paso eran lirios. Una levantá a pulso al compás de “La Pasión”, la marcha del cuarto centenario. No hubo paso atrás como en otra ocasiones aunque, levantó, igualmente, a toda la Campana. Es mi locura, cada paso que da te llega a los cinco sentidos, que pellizco que tienen los amigos Trianeros, ha sido uno de los mejores momentos de la Semana Santa sin dudarlo, aparte de los vividos en el convento de Sor Angela de la Cruz, que tambien han sido muy emocionantes.

sábado, 5 de julio de 2008

Semana Santa



Una de mis locuras es la Semana Santa, parece un poco raro, pero a los carnavaleros nos suelen tachar de poco religiosos y antisemanasanteros, y en mi caso y creo que en muchos casos no pasa eso, es mas creo que no hay ningun amante del carnaval que no este involucrado en alguna Hermandad, bueno alguno que otro si, pero la minoria.
Mi hermandad de toda la vida es La Soledad, aunque como dice un buen amigo mio tengo otras de adopción, como es la Gracia, Prendimiento, y una que no me atreveria decir adopción pues le he rezado en numerosas ocasiones y para mi es el Cristo de Ubeda, Noche Oscura.
Costalero en la Virgen de Gracia y Prendimiento, aunque no descarto serlo de mi Virgen de la Soledad, algun año me encantaria llevarme esa experiencia.
Actualmente salgo en la cuadrilla del Prendimiento, donde me han acogido excepcionalmente, por lo que les estoy muy agradecido.